Las Etiquetas
Cynthia Débora Diaz
Hace tiempo estuve tres
meses ingresada en el “Hotel Martorell”. Sufría mucho estrés, mucha pena, y
mucha angustia. Por suerte a cabo de poco me hice amiga con una mujer jugando a pin-pong; lo que jugamos con nuestras chancletas ya que todas las raquetas
estaban destrozadas. Dentro del manicomio la amistad es muy importante y también
buscar momentos de diversión. Al salir del hospital nos juntamos y grabamos
unos audios para explicar nuestra experiencia. Fue terapéutico, pudimos
distanciarnos, reflexionar e incluso reírnos de lo que vivimos dentro.
Al transcribir las
grabaciones tenemos unas 40 páginas y quizás montemos una obra de teatro, del
género tragicómico. Pero aquí sólo quiero hablar de las etiquetas.
Evidentemente es contraproducente llamar a alguien con un trastorno mental
"loco" o "chiflado". Y dentro del Hotel Martorell las
enfermeras nos dejaron claro que estaba prohibido poner apodos a nadie. Sin
embargo, todos teníamos motes. Por ejemplo, a la gente más medicada del
pasillo, donde pasábamos la mayor parte del tiempo, la bautizamos “los Walking
Dead”. Y era inevitable llamar a “Mario Bros” al hombre que siempre llevaba la
camiseta de los Mario Brothers.
Y “la London” siempre
nos decía que estábamos en Londres. Llevaba un pijama del hospital tan apretado
que en cualquier momento los botones se le iban a saltar. Oye, a nosotros
cuando entramos al Hotel Martorell nos revisaron y nos quitaron todo lo que fuera
peligroso, como cordones, cortaúñas...cosas así que ellos consideraban
peligrosos. Pero “la London” estaba con ese pijama que en cualquier momento nos
arranca un ojo. Tuvimos que avisar a las enfermeras porque nos pareció que
llevaba un arma letal.
Y después había "la
Jackson Five", llamada así porque ella tenía un tatuaje muy mal hecho que
representaba una familia de 5 miembros que llevaban unas pelucas enormes tipo
afro.
Y también había un
marroquí que tildamos “Alcatraz”, mote que acuñamos de la frase “la fuga hacia
atrás”. Un día estábamos sentadas en un banco, tranquilas, fumando y hablando y
de repente nos giramos y vimos cómo la rama del árbol se movía. Y caían hojas.
Justo después cayó una chancleta. Y de repente vimos al señor marroquí
intentando saltar la valla, y en aquel momento se oyeron las enfermeras. Así
que vinieron y empezaron a estirarle de la pierna. Después él lo volvió a
intentar una y otra vez, la fuga hacia atrás, "el Alcatraz".
Otro día estábamos en el
pasillo muy aburridas. Y decidimos disfrazar a un paciente que tenía el pelo
rizado muy largo y llevaba unas coletas. Cogimos una mascarilla, la cortamos y
la pintamos con un rotulador negro y le hicimos un parche de pirata. Se lo
pusimos junto con un gorro que hice con papel de periódico. A continuación, le
di una botella de agua forrada de papel de periódico como si fuera ron y lo
disfrazamos del “Pirata del Caribe”. Era nuestro Pirata del Caribe y nos
defendía de todo el mundo. Decía "si alguien os hace algo, me lo
decís".
Otro paciente era un
chico de unos 20 años que llamamos “Escape Room”. Y como la mayoría de los que
estábamos allí, iba muy medicado. Creía que para su cumpleaños sus padres le habían
regalado una Escape Room. ¡Tenía que encontrar la salida!.
Y finalmente conseguí mi
propio apodo. En los 3 meses que estuve en el Hotel Martorell el psiquiatra me
vio sólo una vez y me puso la etiqueta “inadaptada”. No creo que salga en El
Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, pero ya tenía mi mote,
“La Inadaptada”. ¿Sabéis que? Me lo quedo.
Firmada: La Inadaptada