Esta
semana estuve dirigiendo mi amigo y artista del mimo Carlos Martínez, ensayando
piezas de su muy personal obra Mi Biblia
para unos bolos que tiene en Suiza y Alemania y para una grabación de un nuevo
DVD. Después del último ensayo me invitó a comer en un modesto restaurante
indio en el barrio de Poble Nou, donde vive y ensaya.
En
la comida me adelantó una anécdota que incluirá en su nuevo libro. Una vez
representó una obra en Letonia, donde la semana antes de la actuación un maestro
de escuela explicó a su clase de primaria que iban a ver un espectáculo de
mimo. “¿Que es un mimo?” pregunta una joven de la clase. “Un actor que no habla,”
le responde su profe. Conque ella hace
la idea que Carlos es mudo, que no puede hablar. Entonces la buena chica decide
rezar cada noche antes de que venga para que hable.
La
semana siguiente, al finalizar la obra, después de los aplausos, Carlos recurre
a un ritual de quitarse los guantes blancos y quitar el maquillaje blanco de su
cara con su pequeña toalla de color rojo. Sin la máscara del mimo Carlos se
dirige al público y empieza a hablar. En aquel momento la chica echa a llorar
de emoción pensando que Dios había oído sus oraciones.
De
hecho es un milagro que tengamos voz y vocablo, que podamos abrir la boca y hablar.
Y Carlos lo hace con la misma precisión, sentido de humor y humanidad que
muestra en su silencioso arte de mimo; es un narrador nato.
Recomiendo
su primer libro Desde el Camerino,
reflexiones sobre el arte del mimo, anécdotas entre bambalinas y aforismos
sobre el silencio:
El silencio es tan respetuoso que se
calla tan pronto como alguien empieza a hablar.
www.carlosmartinez.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario