domingo, 12 de abril de 2015

Notas del Carnaval

Hace un par de meses en la noche del Carnaval, al regresar de Barcelona en el último tren, un grupo de 7 u 8 chavales brasileños, armados sólo con una pequeña timba y un tamborín, irrumpió bailando en nuestro vagón. Con su percusión, pies ágiles y voces veraces todos ellos estaban vibrando con su chispeante cultura popular. Su batucada evocaba el mundo al revés. Pero los demás pasajeros seguían conectados a sus Smartphone o miraban por otro lado con caras largas. Nadie se meneó; todo el mundo intentó ignorar esa embarazosa (e incluso amenazante) exhibición de alegría. Excepto yo; no pude quedarme sentado o dejar de sonreír. Su jaleo me desataba el duende. 

Pero me inquietó la apatía que se vislumbró en aquel vagón. Detrás de la máscara gris se discernía un sufrimiento mental, psíquico y emocional de los pasajeros. Simpatía quiere decir el sentir compartido, la percepción de la continuidad sensible del propio cuerpo en el cuerpo del otro. ¿Estamos perdiendo nuestra capacidad de vida sensual debido a la adicción a lo digital? ¿Ha sido colonizado nuestro campo imaginario e incluso erótico por las corporaciones de lo virtual?

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